Obesidad y herencia

Los factores que determinan el peso corporal, el balance energético y el metabolismo de un individuo son diversos; algunos de ellos pueden ser controlados y otros no. La carga genética es el ejemplo más destacado de un factor no modificable, y se ha comprobado que puede incluir hasta en un 40% en el equilibrio energético de una persona. Diversos estudios confirman el hecho de que un niño que tenga uno de sus progenitores con obesidad, posee un 50% de chance de tener también ese problema, y en caso de que los dos padres sean obesos esa probabilidad trepa al 80%; de este modo se puede inferir el papel de los genes en el desarrollo del sobrepeso.

Las investigaciones actuales están dirigidas más que nada a tratar de identificar en forma más precisa los genes que están implicados, para individualizar los tratamientos. Hasta el momento se han encontrado genes que influyen en la disposición del tejido adiposo en el cuerpo, la cantidad y tamaño de los adipocitos, el gasto de calorías, y la regulación de la sensación de hambre y saciedad, entre otros. Como ejemplo, un cambio en el gen adrenérgico denominado β3, determina un aumento considerable del peso corporal si no se hace ejercicio físico habitualmente. Por tanto, si se logra saber que una persona posee esta alteración, se puede perfilar el tratamiento hacia la actividad física de manera de controlar más eficazmente el peso.

Teniendo en cuenta estas puntualizaciones, se podría afirmar que la realidad de una familia compuesta por todos o la mayoría de sus integrantes con problemas de obesidad obedece a la predisposición genética, no obstante se ha establecido fehacientemente que los hábitos también son los que constituyen una de las causas determinantes en el aumento y el mantenimiento del peso corporal elevado. En otras palabras, las costumbres alimenticias que los padres y la familia en general posea, van a ser copiadas por los hijos. La forma de comer, el tipo de alimentación, el sedentarismo o gusto por el deporte, y demás conductas cotidianas del entorno familiar influyen de manera notable en el establecimiento o no de la obesidad, más que la genética en sí. Por eso es importante que los padres reconozcan qué tipo de costumbres no-saludables están teniendo, de modo de cambiarlas paulatinamente y adoptar otras que beneficien la salud de toda la familia.

Fragmento de ADN. Imagen: Yikrazuul/Wikimedia

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